martes, 16 de febrero de 2016

Gracias a Dios


Un lugar mágico podría tener diferentes características para cada uno de nosotros. Pero, ¿Qué tiene un lugar que lo convierte en algo mágico?

De las pocas experiencias que tuve de mochilera, todavía recuerdo a la perfección cada uno de los detalles que hizo el recorrido de la ruta lenca o los lugares llamados Gracias a Dios, algo mágico para mi. Empezando por La Esperanza, cabecera del departamento de Intibucá, Honduras. Es un lugar cálido a pesar de su clima frio. Su gente sabe mucho de hospitalidad. Para ahorrar un poco de dinero en el viaje, nos dieron jalón subidos en 'paila', de aldea en aldea. Aquellos caminos rocosos y polvosos llenaban de aventura la tarde. 





Íbamos camino a la ciudad colonial, Gracias en Lempira. Los buses definitivamente no abundaban en las aldeas de alrededor, seguíamos el recorrido a jalón hasta que nos dejan en la entrada de una carretera hecha de piedras. Y después de muchas horas de espera… ¡Llegamos a Gracias! Nos dice el del jalón.



Nuestro objetivo era visitar la Montaña de Celaque, el pico más alto de Honduras. Celaque significa en lengua lenca “Caja de agua”. Solamente que ‘a pata’ no era un camino corto y tampoco fácil. Caminamos a ‘chambrear’ el pueblo primero, preguntamos cómo llegar a nuestro destino. La gente nos comentaba que solo llegar a la casa de visitantes era un camino largo. Las faldas de esa montaña  son camino largo. Después de estar todo el día caminando, visitamos la alcaldía (para ver en que nos ayudaban). Una mentira piadosa sobre un estudio universitario nos consiguió otro jalón con todo y guardaespaldas hacia la primera casa de visitantes. ¿Ven lo de la hospitalidad?


La dichosa casa de visitantes no era más que un cascaron de madera con ventanas. Suficiente para cubrirnos del frio y la lluvia. Ocho horas de camino subiendo la montaña no era algo fácil para mí, no tengo excelentes condiciones físicas. Llegando la noche tuvimos que acampar. Llevábamos comida enlatada como para una semana. Pero las sopas instantáneas fueron el banquete principal de todo el día. De regreso aprendimos que no se necesita una bebida exótica para pasarla bien en la montaña, una pachita de guaro con naranjas agrias es suficiente.

Llegando al pueblo el dinero se nos acortaba y nos agarró la noche en los balnearios de las aguas termales, con temperaturas que oscilan entre 35-42 grados centígrados. No hubo inconveniente para acampar a lado de las piscinas con olor a azufre, pero solo nos hospedaron una noche.


Al siguiente día, después de recorrer el pueblo llegamos al fuerte de San Cristóbal, donde se encuentra la tumba del gobernante hondureño Juan Lindo. Conocimos al señor que cuidaba el fuerte. Vivía en la parte de adentro con su hija. El lugar estaba vacío y él tenía las llaves. No fue difícil convencerlo, con guaro, de dejarnos acampar adentro del fuerte. No dormimos toda la noche, nos contaba cada una de las leyendas del fuerte. Con la renovación de ese lugar, no sabemos que se habrá hecho ese señor. No sabemos si sigue vivo o si ahora se convirtió en leyenda también.


Camino de regreso a La Esperanza, conocida también como “La Ciudad de manto blanco”,  nos quedamos sin dinero. Solamente ajustábamos para la comida antes de regresar a Tegucigalpa. Tocamos la puerta de la iglesia católica. (Queríamos posada en la iglesia) Pero el padre nos llevó en una ‘paila’ a un lugar donde tenían muchas colchonetas. El lugar era desolado. Nos rodeaban solamente unos perros bravos. No sé si nos cuidaban, o cuidaban a quienes parecían morar en las noches en ese lugar. Sin dinero no podíamos pedir más.

La hospitalidad estaba al orden día en ese tiempo. Cualquier lugar que conocimos nos acogió.  Hoy en día Gracias, Lempira sigue siendo igual. Para quienes conocen, uno de los lugares más geniales de ese pueblo, se llama Kandil Kafé. Ellos juntos a su exquisita comida, especialidad en pizzas de horno de barro y bebidas te hacen recordar toda la hospitalidad característica de esos lugares. Tal vez han cambiado mucho, el comercio se ha comido parte de la historia. Pero el espíritu sigue siendo el mismo donde quiera que vayas.

Así que ¿Qué tienen este lugar que lo convierte en mágico para mí? Visítalo con el corazón abierto y verás todas las gracias de Dios. 



Fotos: Por Alicia Mendoza en Gracias, Lempira. Honduras. 

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