De las pocas experiencias que tuve de mochilera, todavía recuerdo a la perfección cada uno de los detalles que hizo el recorrido de la ruta lenca o los lugares llamados Gracias a Dios, algo mágico para mi. Empezando por La Esperanza, cabecera del departamento de Intibucá, Honduras. Es un lugar cálido a pesar de su clima frio. Su gente sabe mucho de hospitalidad. Para ahorrar un poco de dinero en el viaje, nos dieron jalón subidos en 'paila', de aldea en aldea. Aquellos caminos rocosos y polvosos llenaban de aventura la tarde.
Íbamos camino a la ciudad colonial, Gracias en
Lempira. Los buses definitivamente no abundaban en las aldeas de alrededor,
seguíamos el recorrido a jalón hasta que nos dejan en la entrada de una
carretera hecha de piedras. Y después de muchas horas de espera… ¡Llegamos a
Gracias! Nos dice el del jalón.
Nuestro objetivo era visitar la Montaña de
Celaque, el pico más alto de Honduras. Celaque significa en lengua lenca “Caja
de agua”. Solamente que ‘a pata’ no era un camino corto y tampoco fácil.
Caminamos a ‘chambrear’ el pueblo primero, preguntamos cómo llegar a nuestro
destino. La gente nos comentaba que solo llegar a la casa de visitantes era un
camino largo. Las faldas de esa montaña
son camino largo. Después de estar todo el día caminando, visitamos la
alcaldía (para ver en que nos ayudaban). Una mentira piadosa sobre un estudio
universitario nos consiguió otro jalón con todo y guardaespaldas hacia la
primera casa de visitantes. ¿Ven lo de la hospitalidad?
La dichosa casa de visitantes no era más que un
cascaron de madera con ventanas. Suficiente para cubrirnos del frio y la
lluvia. Ocho horas de camino subiendo la montaña no era algo fácil para mí, no
tengo excelentes condiciones físicas. Llegando la noche tuvimos que acampar. Llevábamos
comida enlatada como para una semana. Pero las sopas instantáneas fueron el
banquete principal de todo el día. De regreso aprendimos que no se necesita una
bebida exótica para pasarla bien en la montaña, una pachita de guaro con naranjas
agrias es suficiente.
Llegando al pueblo el dinero se nos acortaba y
nos agarró la noche en los balnearios de las aguas termales, con temperaturas
que oscilan entre 35-42 grados centígrados. No hubo inconveniente para acampar
a lado de las piscinas con olor a azufre, pero solo nos hospedaron una noche.
Al siguiente día, después de recorrer el pueblo
llegamos al fuerte de San Cristóbal, donde se encuentra la tumba del gobernante
hondureño Juan Lindo. Conocimos al señor que cuidaba el fuerte. Vivía en la
parte de adentro con su hija. El lugar estaba vacío y él tenía las llaves. No
fue difícil convencerlo, con guaro, de dejarnos acampar adentro del fuerte. No
dormimos toda la noche, nos contaba cada una de las leyendas del fuerte. Con la
renovación de ese lugar, no sabemos que se habrá hecho ese señor. No sabemos si
sigue vivo o si ahora se convirtió en leyenda también.
Camino de regreso a La Esperanza, conocida también
como “La Ciudad de manto blanco”, nos
quedamos sin dinero. Solamente ajustábamos para la comida antes de regresar a
Tegucigalpa. Tocamos la puerta de la iglesia católica. (Queríamos posada en la
iglesia) Pero el padre nos llevó en una ‘paila’ a un lugar donde tenían muchas
colchonetas. El lugar era desolado. Nos rodeaban solamente unos perros
bravos. No sé si nos cuidaban, o cuidaban a quienes parecían morar en las
noches en ese lugar. Sin dinero no podíamos pedir más.
La hospitalidad estaba al orden día en ese
tiempo. Cualquier lugar que conocimos nos acogió. Hoy en día Gracias, Lempira sigue siendo
igual. Para quienes conocen, uno de los lugares más geniales de ese pueblo, se
llama Kandil Kafé. Ellos juntos a su exquisita comida, especialidad en pizzas
de horno de barro y bebidas te hacen recordar toda la hospitalidad característica
de esos lugares. Tal vez han cambiado mucho, el comercio se ha comido parte de
la historia. Pero el espíritu sigue siendo el mismo donde quiera que vayas.
Así que ¿Qué tienen este lugar que lo convierte
en mágico para mí? Visítalo con el corazón abierto y verás todas las gracias de
Dios.
Fotos: Por Alicia Mendoza en Gracias, Lempira. Honduras.






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